Si hay algo del periodismo que me fascina son los "días esos". Sí, los que tienen empaque por si mismos, los que ellos solos te salvan una semana, o casi dos con su posterior repercusión. Son esos días en los que se cree que ya está dicho todo, cuando de repente, alguien se muere, o una resolución judicial pone todo patas arriba, o incluso peor, cae un Gobierno.
Eso fue lo que tuvimos en el día de ayer. No obstante, estos días también dejan algo malo, motivo por el cual el periodismo en ocasiones pierde el fino hilo de credibilidad que le queda, y es que al producirse todo tan rápido y veloz, no hay tiempo para el análisis, la reflexión y el posicionamiento a distancia que permite ver la verdedera repercusión del hecho en sí.
Liz Taylor parecía ayer la mejor actriz de todos los tiempos. Su marcha, trágica, porque realmente sí es una "grande" de la historia del cine, dejó en la tarde de ayer un sabor tremendamente agrio para todos sus admiradores, que en el mundo se cuentan por miles. Pero ante esto, tampoco se debe endiosar a un persona más de lo que sus propios méritos han hecho.
Otro "notición" que ayer nos golpeó en la nunca fue la resolución por parte del alto Tribunal español que ve indicios de ilegalidad en Sortu y que por lo tanto, a día de hoy, no puede presentarse a las elecciones del 22 de mayo. ¿Noticia positivia? Sí, pero el runrun de los pasillos y el odio a ETA no debe cegarnos. Que en una democracia se prohiba un partido político es muy serio, por lo tanto debemos ser muy cuidadadosos de alegrarnos por algo así.
Sobre la caída del Gobierno portugués... más complicado si cabe. ¿Es bueno, malo, regular? Lo que está claro es que un país que parecía cohesionado, políticamente, al menos, ha dejado claro que los intereses políticos a veces están por encima de cualquier otro, tal y como demostró la oposición portuguesa ayer por la tarde. Con Sócrates fuera del Gobierno, el país luso queda como una niña con una cesta de miel en pleno bosque ante los especuladores.
Muchas noticias, sí, importantes, pero valoradas todas en su justa medida, quizá no. Las prisas, la competencia por el posicionamiento, los gritos y berridos que atraen la audiencia, demasiadas cosas que una vez más no nos dejan ver el bosque.
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