Esta noche, cuando la manecilla del reloj esté recelosa de colgarse en la hora bruja, la medianoche, habrá concluido el cuarto debate electoral de la democracia española.
Con total seguridad habrán ganado los dos. Los equipos de Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba buscarán los argumentos necesarios para proclamar a los cuatro vientos que su candidato ha sido el mejor, el más bonito y el más barato.
La realidad será otra muy distinta: los dos habrán perdido. Hagan lo que hagan, su derrota está asegurada. La de uno, el candidato socialista, porque las urnas le darán una bofetada que le tirará al suelo y le dejará fuera de la política activa. La derrota del otro, el líder del PP, porque será el primer presidente que lo es sin que la gente quiera. Será el "menos malo de los dos", y esa losa no se la quita nadie.
La victoria del debate será simbólica, porque la derrota la llevan escrita ambos candidatos en la mirada. Primero por hacer un debate cerrado a los demás, por vetar televisiones, por no asumir errores que les preceden... Durante dos horas habrá un debate de derrotados. En las urnas y en las conciencias de la gente. Debe ser igual de doloroso que no te quieran los electores a que lo hagan pero sin confiar en absoluto en ti.
El debate de esta noche tiene importancia, que eso nadie lo dude. Es vital para la buena salud democrática, aunque podría ser mejor, eso sí. Pero al margen de la representatividad polítca del debate, la realidad es que se ponen cara a cara dos perdedores. Uno lo ha hecho ya dos veces, el otro tendrá una que valdrá por dos. Uno perderá el 20N, otro lo ha hecho ya cuando la gente no confía en él y solo ve la opción más "regulera".
Un debate, dos candidatos, mil historias...
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