Hace escasamente unas semanas el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se reunió con los empresarios de las principales compañías de este país. En una especie de foto de grupo para el Facebook, o pantomima irreal, que cada cual tome la definición que prefiera, ZP prometió a los empresarios que haría todo lo que estuviera en su mano para que la imagen de España como marca no sufiera más.
Ante esto, los empresarios dieron su palabra de intentar seguir creciendo para hacer del sector empresarial español uno de los más sólidos y fuertes del mundo. Para ello intentarían crear empleo y fomentar diversas acciones para su contratación.
Muy bien, las palabras eran bonitas, redondas y hasta parecían creibles. Lo malo ha llegado esta semana de la mano de Telefónica y esa noticia sobre el despido de más de 5.000 trabajadores que llevará a cabo la compañía.
¿Esa es la manera en la que las grandes empresas españolas van a ayudar a la economía? Manteniendo los sueldos de sus consejeros y recortando plantillas.
Bien es cierto que el cinismo desmesurado sólo lleva a jucios de valor moralistas y con escaso sentido de la veracidad. Si la compañía presidida por César Alierta debe recortar más de un 20% de su plantilla, sus motivos tendrá, eso es innegable. Si precisa un recorte para incrementar su inversión fuera de España, dentro, o lo que sea, bien hecho está. Lo malo es dar discursos de "cara a la galeria" delante de las cámaras para intentar ofrecer una imagen irreal.
En definitiva, la acción no es positiva, de eso no hay duda, pero en el mundo de los negocios todo es lícito, y a quien no le guste, ya sabe.
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